En un mundo convulso y fragmentado, múltiples conflictos armados desgarran regiones enteras, dejando a su paso dolor, destrucción y miles de víctimas inocentes. En África, la violencia es una realidad cotidiana para millones: desde las masacres en iglesias católicas y protestantes en la República Democrática del Congo, perpetradas por grupos armados como el ADF, hasta los brutales ataques de militantes islámicos en Mozambique, donde comunidades cristianas son perseguidas, decapitadas y desplazadas. Nigeria, con su persistente conflicto entre pastores fulani y agricultores cristianos, suma un capítulo más a esta historia de sufrimiento, mientras sacerdotes son secuestrados y fieles masacrados.
Al otro lado del globo, en Asia,
Yemen se ha convertido en una de las mayores catástrofes humanitarias de
nuestro tiempo. Un conflicto que lleva años cobrando la vida de cientos de
miles de personas, destruyendo infraestructura, provocando hambrunas y dejando
a millones en la penumbra del olvido internacional. A pesar de su gravedad,
Yemen permanece en gran medida invisibilizado en los medios, eclipsado por
otras crisis.
Y, en Europa del Este, Ucrania
lucha por su soberanía y libertad en un conflicto que, aunque recibe cobertura,
también compite con otras narrativas y desafíos globales.
Sin embargo, es imposible no
notar que la atención mediática y la presencia en la agenda política no se
distribuyen de manera equitativa. Los conflictos que generan mayores intereses
económicos, especialmente en la industria armamentística, suelen acaparar más
titulares y debates públicos. La guerra de Ucrania o el conflicto en Palestina,
con su fuerte carga simbólica, geopolítica y mediática, ocupan un espacio
prominente.
Mientras tanto, crisis como la de
Yemen, las masacres en África o los ataques religiosos en Nigeria quedan
relegados a un segundo plano, casi invisibles para el gran público. No porque
sean menos atroces, sino porque no movilizan los mismos intereses comerciales
ni estratégicos.
Esta realidad invita a una
profunda reflexión: ¿Qué guerras nos importan y por qué? ¿Qué determina qué
tragedias se vuelven virales y cuáles se ocultan en el silencio?
Al final, detrás de cada cifra y
cada noticia hay personas, familias y comunidades enteras que sufren. Merecen
toda nuestra atención y solidaridad, más allá de las cifras, las agendas o los
balances económicos.
Porque la justicia y la empatía no deberían tener geografía ni precio.
Datos relevantes
- República Democrática del Congo: Más de 3
millones de desplazados y miles de muertes anuales debido a la violencia
armada, incluidos ataques recientes en iglesias católicas con decenas de
muertos en 2025.
- Mozambique: Desde 2017, la insurgencia en
Cabo Delgado ha desplazado a más de 800,000 personas y causado miles de
muertes, con ataques brutales contra comunidades cristianas.
- Nigeria: Más de 5,000 personas han muerto en
ataques religiosos y conflictos intercomunitarios en 2025, muchos contra
cristianos en el centro-norte del país.
- Yemen: Más de 400,000 muertes estimadas
desde 2015, con 17 millones de personas en situación de inseguridad
alimentaria grave.
- Ucrania: Desde 2022, más de 7,000 civiles
han muerto y millones han sido desplazados, en un conflicto que sigue
siendo foco mediático y geopolítico.
- Palestina: Conflictos recurrentes con miles
de víctimas civiles y un bloqueo que mantiene a millones en condiciones
precarias desde hace décadas.
"No es la magnitud del
sufrimiento lo que determina nuestra atención, sino la economía del conflicto;
detrás del ruido de las armas, la indiferencia se convierte en el peor enemigo
de la humanidad"
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